La Atlantida fue Israel, Parte III

Publicado por: Jaime Manuschevich Leído 6.880 veces.


El mar se hundió








1.    La mirada tradicional del mito

Basados en la frase de Platón, que señala que “la Atlántida… era una isla mayor en extensión que Libia y Asia, y que después del hundimiento por un terremoto, se convirtió una barrera infranqueable de fango, que por lo tanto, impidió que los viajeros navegaran a cualquier parte del océano” (Critias, 109), los investigadores han asumido que la isla mítica se hundió en el mar después de un desastre natural. En otro párrafo, también del Critias, deja entrever nuevamente que no fue completamente liquidada tal isla, ya que Zeus sólo deseaba  “infligirles un castigo, para que pudieran corregirse y mejorar” (Critias, 121), lo que claramente no es posible con su total destrucción. Pero, en este diálogo, aparte de no explicar que es “lo hundido”, también omite  como ocurrió tal fenómeno, porque quedó inconcluso. En el segundo relato sobre el tema, Timeo, señala claramente que sí se hundió, ya que: “hubo violentos terremotos e inundaciones; y en un solo día y noche de desgracia todos sus guerreros como un cuerpo se hundieron en la tierra, y la isla de Atlántida de modo semejante desapareció en las profundidades del mar. Por esa razón el mar en aquellas partes es infranqueable e impenetrable, porque hay un bajío de fango en el camino; y esto fue causado por el hundimiento de la isla” (Timeo, 25).


Esta ambigüedad sobre el fin de la Atlántida nos está indicando que estos párrafos que no fueron escritos por la misma persona y que el segundo redactor no tenía claro que había ocurrido en realidad, y por tanto en este segundo diálogo, que es mucho menos descriptivo y más analítico, incluso más intencionado políticamente, propiamente platónico, el autor infirió del contexto global del primer relato que la isla se había hundido y que el evento había “ocurrido en día y una noche”, situación en el Critias está referida a un episodio militar supuestamente en Grecia, que tuvo un brusco desenlace producto de un terremoto. Estas discrepancias y contradicciones de los datos entre ambos diálogos nos están advirtiendo con claridad que las crónicas son de autores distintos: el Critias es fruto en gran parte de lo escrito por Solón, en tanto que Timeo es obra exclusiva de Platón.



Este análisis abre la posibilidad que la primera reseña fuese más fidedigna a lo narrado por los egipcios y hubiese señalando que hubo aspectos que habían desaparecido y ámbitos que se mantuvieron, lo que era muy confuso para el interpretador de la leyenda egipcia vía terceros, es decir,  Platón, que según el mismo nos relata, recibió la información de otro personaje, Critias. E indudablemente esta confusión interpretativa se traspasó a la contradicción entre ambos texto. Ahora, sobre la base de que esta hipótesis sea cierta, ¿qué quedó y qué desapareció?


Si se lee atentamente el texto, da la impresión de que lo que desapareció por la catástrofe fue su civilización, pero que permaneció el territorio, aislado por pantanos. Es decir, la parte relevante, la civilización, se destruyó, pero quedó el territorio donde ésta existió, pera ya devaluado, quizás con ciudades derruidas, sin cosechas ni alimentos, sin un orden social establecido, con insuficientes habitantes para hacerla funcionar, sin sus líderes y sin todas sus manifestaciones culturales esenciales para la supervivencia de la misma.


Con la idea que lo desaparecido es la civilización, pero que el territorio quedó, se puede buscar una zona cercana a los egipcios que cumpla con los requisitos geográficos y las condiciones de enpantanamiento señalados por la leyenda en ese pasado remoto. Pero esta realidad no puede ser tan obvia y superficial, porque si no fue encontrado de inmediato por los griegos, quiere decir que quizás ya tenía importantes transformaciones en su aspecto en el período helénico, cambios que la han tenido enmascarada para todos hasta la actualidad.


Con esta percepción de que quizás es una realidad encubierta que aún esta allí, lo primera que llama la atención es la península del Sinaí y parte de Israel, que efectivamente serían una isla si estuviesen conectada naturalmente entre el mar Rojo y  el mar Mediterráneo a través de canal de Suez, por una parte, y si hubiese una conexión entre la vacía cuenca del mar Muerto con el Mediterráneo, lo que permitiría que este mar estuviese lleno y conectado con el golfo de Eilat o de Akaba. Si fuera así, esta isla sería la más grande del mar Mediterráneo, con una extensión que tendría prácticamente el doble que la isla de Sicilia y tres a cuatro veces el tamaño de las islas de Chipre o Creta.


Con esta idea, se puede observar que en dirección al norte de Israel, entre las zonas de Samaria y Galilea, existe el valle Leesrael, que es una cuenca que recorre en sus primeros 4 a 5 kilómetros -entre Haifa y el monte Carmel- a nivel del mar, para ir cayendo paulatinamente hacia la cuenca del río Jordán, ubicada a 200 metros bajo la cota marítima. Obviamente, si este valle -que reúne todos los requisitos para ello por su configuración geográfica- estuviese cubierto de agua, toda la zona sería una isla.





2. La historia geológica


Esta hipótesis queda plenamente ratificada al estudiar la geología de la zona. Hace 20 millones de años, las placas continentales de África y Europa comienzan a acercarse y a comprimir “el antiguo ancho mar conocido por los historiadores como Tetis, la mítica esposa de Océano, que se extendía desde el Caribe hasta el Himalaya”, (Ryan y Pitman, 1999) con lo que esta zona va quedando apretado entre las dos placas continentales, por lo que el mar Muerto estuvo “allí, rodeado de continentes por todos lados, con únicamente un estrecho cuello de botella que lo conectaba con el Mediterráneo”. (Ryan y Pitman, 1999)


Por tanto, esta zona, que es conocida como la placa del mar Muerto, fue un isla que tiene su origen en el levantamiento del fondo marino al ser éste oprimido por las placas de Ucrania y África; movimiento de placas que generó la cadena montañosa que se extiende desde los montes Zagros en Irán hasta los Pirineos en España. “Al oeste, comienzan en la cordillera panibérica en España y continúa por Francia, Suiza y Austria, los Cárpatos de la República Checa, Eslovaquia, y Hungría, para luego bajar a las Helénides de Yugoeslavia,  y Grecia, incluyendo los Balcanes en Bulgaria; luego, formar el Tauro en Anatolia y llegar a los Montes Zagros en Irán”, (Ryan y Pitman, 1999) cadena montañosa que es como una cicatriz que muestra la colisión entre los dos continentes, dando de paso origen al mar Mediterráneo. Esta isla, por tanto, en algún momento de su evolución geológica, estuvo rodeada por  estrechos en plural, tal cual señala el mito platónico y no en singular como suele plantearse: los estrechos de Lesrael, de Eilat y de Suez. En el interior de este valle inundado en el pasado, producto de las colinas que hay allí,  entre las que se ubica el monte Tabor, a 588 m. sobre el nivel del mar, se forman varias islas pequeñas, lo que hace coincidir esta característica con una frase típica de la leyenda, muy usada por los autores: “la isla era más grande que Libia y Asia juntas y eran el camino a otras islas, y de éstas usted podía pasar a todo un continente del frente”. (Timeo, 24-25)



La pregunta esencial es cuándo dejó de ser una isla; si este hecho ocurrió en una escala de tiempo que está fuera de la dimensión humana o a la inversa, fue lo suficientemente cercano como para dejar una huella en las primeras civilizaciones.



3.        Mares que suben y bajan



Uno de los hechos más importantes que contribuyen a explicar la existencia de esta isla y su desaparición en tanto tal, es la constatación geológica que el mar Mediterráneo y el mar Negro han tenido importantes variaciones en sus niveles de agua.



En 1970, William Ryan, a bordo del conocido barco de exploraciones marinas Glomar Challenger, realizó una serie de toma de testigos geológicos del fondo marino del Mediterráneo, que muestran –ante la misma incredulidad de los investigadores- que este mar vivió una desecación y desertificación de sus costas. Los testigos extraídos del fondo, “uno a uno fueron añadiendo más datos, reforzando la hipótesis de un desierto Mediterráneo de cinco a siete millones de años, con lagos que se estaban secando y unas llanuras costeras de barro que se evaporaban bajo un sol abrasador”. (Ryan y Pitman, 1999)



Pero, luego, este mismo desierto se llenó con agua de mar en forma repentina. “En el punto de contacto, el paso de arena seca del desierto a los lodos marinos tenía el espesor de una hoja de afeitar. El lodo en contacto con la arena batida por los vientos se había depositado por completo en el habitat batial [fondo marino típico de más 3.000 metros de profundidad]. Como estos lodos se suelen acumular a una velocidad aproximada de dos centímetros y medio cada millar de años, el súbito cambio fue demasiado abrupto como para haber durado más de un siglo” (Ryan y Pitman, 1999). Es decir, en poco más de una vida humana, un desierto se transformó  en un fondo de mar cubierto por 3.000 metros agua. La causa fue -según los geólogos- el choque entre las placas tectónicas europea y africana que cerraron el estrecho de Gibraltar, con lo cual el Mediterráneo se desecó. Luego, en forma brusca, “La presa natural de Gibraltar tuvo que haberse destruido en un cataclismo. El agua salada del hábitat batial del Atlántico había inundado el desierto Mediterráneo a un ritmo equivalente a varios miles de cataratas del Niágara”.  (Ryan y Pitman, 1999)


Pero este fenómeno de un mar que inunda bruscamente una cuenca ubicada a menor nivel no es el único. El mar Negro vivió un proceso similar. Éste “se trataba de un antiguo mar que se había convertido en el mayor lago de agua dulce del mundo y que luego volvió a convertirse en mar. Sus peces, plancton, crustáceos, moluscos y plantas de la costa se vieron afectados. Aquellas especies que anteriormente poblaron un hábitat de agua salada fueron sustituidas por otras adaptadas al agua dulce. Posteriormente, desaparecieron las de agua dulce, y, en su lugar, regresaron las de agua salada”. (Ryan y Pitman, 1999)



Pero este segundo cambio en los niveles del mar Negro no ocurrió hace millones de años, sino que muy recientemente: “la nueva entrada de agua salada se había producido entre 12.000 y 7.000 años atrás”. (Ryan y Pitman, 1999)


Entonces, lo significativo por ahora es que estos cambios en las cotas de los mares en forma importante nos muestran que así como estuvo más bajo, ¿no es legítimo plantearse la posibilidad de que estas marcas subieran a niveles más altos que los que conocemos actualmente?





4. Las evidencias de niveles de mar más altos


Al estudiar las costas mediterráneas, lo primero que llama la atención es la presencia de un conjunto de marismas en una serie de territorios bajos en las costas del norte de África, en Siria actual, en Turquía y en Italia.
En el norte de África, al sur de la montaña Atlas, al oeste del golfo de Gabés, entre las ciudades de Trípoli y Túnez, existe una zona que se denomina el Gran Erg Oriental, que esta cubierta de grandes marismas, con niveles de salinidad más altas que lo habitual. Asimismo, en las montañas Atlas, en las partes altas, hay pruebas de la existencia, a través del arte rupestre, de importantes asentamientos humanos fechados hacia el 8.000 A.E.C., dibujos que además nos muestran que estas zonas más elevadas poseían una fauna y flora africana ecuatorial, lo que indican que existían niveles de humedad mucho más altos que los actuales. Por otra parte, en los montes, los wadis o cauces secos de agua, corren hacia el sureste, hacia el Gran Erg Oriental y allí, extrañamente, no existe rastro alguno de cursos de agua que acogiera este líquido y lo canalizara hasta el mar. Al igual, cuando se observa hacia Libia, se verá que la zona costera también tiene marismas entre el golfo de Gabés y el golfo de Sirte, y se verá que la Cirenaica presenta los mismos fenómenos que el Gran Erg Oriental, con extensas marismas, salvo la zona más alta ubicada en la costa al este de Bengasi, que habría sido un isla, por estar ubicada a niveles mas altos que el resto de la llanura y otros sectores cercanos a Egipto, que en apariencia también serían islas, incluso una de apariencia mayor a la que estamos indicando como isla de Libia.


Las investigaciones arqueológicas presentan fenómenos culturales extraños o a lo menos contradictorios. Por una parte, en estas sabanas actuales, la presencia humana es detectada recién a mediados del sexto milenio, sin aparición previa de agricultura, siendo en teoría un territorio fértil para tal actividad, ya que “desde hace uno 12.000 años hasta hace unos 7.500 años, la mitad septentrional de África fue mucho más húmeda que en la actualidad” (Iliffe, J, 1998);  asimismo,  a “diferencia de lo que sucede normalmente en otros lugares del globo, los restos arqueológicos sugieren que la crianza de ganado doméstico precedió a la agricultura” (Iliffe, J, 1998),  procesos productivos que se iniciaron “hacia el milenio VI a.C” (Iliffe, J, 1998). Finalmente, esta migración no provino de donde se sabe que existían asentamientos humanos previos, el oeste, sino del este, lo que se prueba por el tipo de animales que se introdujeron en la zona: “ganado lanar domesticado y caprino procedente


del


sureste asiático, que constituyó la base de la economía de Cirenaica” (Iliffe, J, 1998). 


La única explicación razonable a estos fenómenos es que esta zona estaba cubierta por las aguas del mar Mediterráneo, y desde el este se inició una colonización que se extendió por las sabanas recientemente desecadas, colonias que no pudieron adaptarse de inmediato a la producción agricultura por los problemas derivados de la salinidad de las tierras, lo que obligó a los nuevos habitantes a vivir principalmente de la ganadería, producción de alimentos que ya conocían. Saltándonos por ahora el delta egipcio, siguiendo hacia el norte, en Siria, nos encontramos con el  valle bajo que esta detrás de Latakia, que está conectado con el Mediterráneo y que muestra la presencia de marismas, al igual que el valle trasero de Antakya en Turquía.



En Italia, en el valle que se extiende desde Venecia al oeste, al fondo de él, en el valle del Tanaro, en el Piamonte, a más de 200 kilómetros de la costa del Adriático, el profesor universitario de geología de Turín, Carlo Sturani, en 1972,  encontró pruebas de que alguna vez esta zona fue ocupada por el mar: “En un acantilado de cien metros, Sturani pudo observar un mar anterior, no muy profundo, que se había secado... Súbitamente, en el lapso dos milímetros de rocas, de nuevo se había convertido en un mar profundo”. (Ryan y Pitman, 1999) La atención de los investigadores se concentró en la rapidez del proceso;  sin embargo, no se prestó atención al hecho de que esta zona estuvo cubierta por el mar hasta hace no mucho tiempo, ratificando la idea de un distinto nivel al actual en las aguas en el Mediterráneo.


Por otra parte, todos los datos nos señalan que desecación del mar Muerto es un proceso en curso aún, lo que indica que la oclusión del Valle de Leesrael no pudo ocurrir en tiempos muy remotos, ya que su evaporación es a un ritmo bastante acelerado. “El ritmo natural de recesión del mar Muerto se ha acelerado en los últimos años, debido a su alta tasa de evaporación (1,6 m. al año)”. (Hechos de Israel, 1998) Si consideramos que el nivel del mar Mediterráneo pudo descender hace 7.600 años, basados la fechación establecida de Ryan y Pitman para la catástrofe que inundó el mar Negro, el mar Muerto, ubicado a 400 metros bajo el nivel de ese mar en la actualidad, únicamente necesitó bajar a un promedio de 5 centímetros anuales desde aquella fecha, lo que representa solo el 3,12% del nivel de evaporación del presente para llegar al nivel actual. Para desecarse al ritmo actual sólo habría necesitado 250 años. 


Finalmente, al analizar los asentamientos líticos en Creta, se presenta la evidencia que prácticamente todos los más antiguos lugares habitados están a una distancia importante del mar en la actualidad, salvo siete -de un total de 35- que están en lugares de altura, según nos señala J.D.S. Pendlebury: “con la excepción de Potisteria, Gavdhos, Amnisos, Dia, Komo, Mallia y Sfungara, todos los poblados se encuentran situados a una hora larga o más del mar” (Pendlebury, J.D.S. 1965), hechos que ratifican la existencia de niveles más altos en el Mediterráneo.



El hecho que el mar Mediterráneo estuviese más alto hace unos  pocos miles de años atrás, y que este evento pudiese ser presenciado y registrado por los seres humanos, es señalado con absoluta claridad en la leyenda, pues dice lo siguiente sobre Grecia: “los sacerdotes egipcios dijeron que no es solamente probable, sino verdad absoluta, que los límites estaba en esos días fijados por el Itsmo, y ése en la dirección del continente que ellos extendieron hasta las alturas de Cithaeron y de Parnes; la línea del límite bajaba en la dirección del mar, teniendo el distrito de Oropus en la derecha, y con el río Asopus como el límite a la izquierda”, (Critias, 110) suceso que sólo es posible si el mar desciende en su nivel. Pero no sólo vieron bajar el mar, sino que también probablemente fueron testigos de la catástrofe que provocó la inundación del lago Euxino: “En el primer lugar la Acrópolis no estaba como ahora. El hecho es que una sola noche de lluvia excesiva lavó lejos la tierra y puso al descubierto la roca; al mismo tiempo hubo temblores, y después ocurrió una inundación extraordinaria, que fue la tercera antes de la gran destrucción de Deucalión (...)  Donde ahora está el Acrópolis había una fuente, que fue estrangulado por el terremoto, y ha dejado solamente unos chorros pequeños que todavía existen en la vecindad, pero en esos días la fuente dio un manantial abundante de agua para todos y de temperatura conveniente en verano y en invierno.” (Critias, 111-112)



El extraño fenómeno cultural egipcio


Pero uno de los asuntos más interesante que contribuye a fundamentar los niveles distintos del Mediterráneo se encuentra en el delta de río Nilo y algunas complejidades no resueltas de la civilización egipcia.


La desecación de hace algunos millones de años atrás del  mar Mediterráneo, hizo que el curso del Nilo tuviera importantes modificaciones: “Mientras el Mediterráneo se estaba desecando, el Nilo estaba cortando un profundo valle para ir ajustando su pendiente a medida que se iba hundiendo en la costa. Cuando finalmente una inundación hizo que se volviese a llenar de agua el Mediterráneo, y volviese la superficie marina a su nivel anterior la garganta quedó anegada, convirtiéndose la desembocadura en un estuario”. (Ryan y Pitman, 1999)  Sin embargo, eso no explica la formación del delta. La única explicación razonable es que efectivamente el nivel del Mediterráneo estuvo  en una cota superior a la actual, desembocando el Nilo en el mar en la planicie de Gize. Luego, cuando el mar volvió a bajar de nivel bruscamente, en fecha muy reciente, el río encontró que el antiguo curso socavado en tiempos muy remotos era una llanura cubierta por los residuos aluviales de millones de años y por tanto, desperdigó  su curso en varios brazos, formando el delta actual.


Este suceso reciente explica asimismo una particular expresión cultural de la civilización egipcia, que es la división histórica entre el Alto Egipto y el Bajo Egipto, fenómeno que marcó esta civilización por varios miles de años sin que exista hasta ahora una explicación plausible. En los antiguos egipcios existió, desde el inicio de su civilización, una clara diferenciación entre las tierras altas, denominadas desheret (rojas), y la del delta, kemet (negras), en teoría porque éste es el color de las tierras aluviales cargadas de componentes orgánicos acumulados en el fondo marino. Este fenómeno también se expresa en el jeroglífico que representa al delta: “una cabeza humana que sale de la planta simbólica del Delta”; (Driotón, E., Vandier, J., 1964) es decir, vida humana y vegetal nueva.


Esta diferencia cultural entre el norte y el sur se debió a que en algún momento determinado del neolítico, en el Delta recién emergido del mar, se encontraron dos expresiones culturales, una que venía expandiéndose desde sur hacía ya algunos milenios, -la cultura badariense y luego amratiense- y otra, de nuevos colonizadores, -la cultura gerzeense- que comenzó su expansión desde el norte, cuando el delta pudo ser colonizado. Ambas expresiones culturales, al final de un proceso cuya complejidad no conocemos aún,  terminaron unificándose a comienzos del periodo histórico, en la cultura gerzeense reciente o semainiense.


Por otra parte, explica la gran dificultad para encontrar restos arqueológicos en esta zona del delta, porque de facto no hay, ya que esta área estaba bajo el mar, hipótesis que es ratificado por la arqueología: “Hasta el presente, la cultura eneolítica, en lo que concierne al Bajo Egipto, es conocida sólo por el yacimiento de Meadi, sito entre el Cairo y Heluan, y el de Heliópolis, recientemente descubierto, que datan del período inmediatamente anterior a la historia”. (Driotón, E., Vandier, J., 1964)  Este fenómeno es explicado hasta ahora de la siguiente forma: “El Nilo sufrió entonces una fase de relleno y su limo recubrió poco a poco las tierras bajas, de forma que los yacimientos neolíticos que debían estar situados sobre las capas próximas al Nilo, quedaron cubiertas por espesas capas de aluviones, y son escasos los que se han podido explorar. Estos últimos pertenecen sobre todo al final del neolítico y demuestran claramente que desde entonces existen en Egipto dos focos de civilización, uno en el norte y otro en el sur”. (Cassin, E., Bottero, J., Vercoutter, Jean; 1971)  Sin duda, tras estas palabras, hay una constatación del fenómeno, pero la explicación es bastante frágil, porque rellenar una bahía como la que conforma el delta del Nilo requiere muchísimo tiempo y por otra parte, si esto hubiese sido así, el río no se habría visto obligado a abrir un curso nuevo y dividirse en varias ramas como lo hizo. Simplemente habría seguido su cauce antiquísimo. El fenómeno del relleno del estuario dejado hace siete millones de años cuando el Nilo se replegó hasta Assuan, efectivamente ocurrió, pero bajo el agua y duró varios millones de años.


A su vez, explica porque se introdujo la agricultura en forma tardía en el delta, al igual que Cirenaica, siendo en teoría esta zona uno de los terrenos más fértiles de la cuenca del Nilo, tal como dice la arqueología. Los investigadores señalan lo siguiente sobre el tema: “el propio delta, como región agrícola fértil probablemente se formó sólo después del año 6500 A.E.C.” (Iliffe, J, 1998) y que “hasta el 5000 a.C. no existieron asentamientos de productores de alimentos en la depresión del Fayum, justo al oeste del Bajo Nilo y en Merimbe”. (Iliffe, J, 1998) También dilucida porque esta región fuera colonizada no desde el sur, sino desde el oeste: “es posible por consiguiente, que el Delta fuese poblado desde el Oeste por gente ya avezada  en la producción de alimentos”; (Iliffe, J, 1998) es decir, por los primeros colonizadores de Cirenaica que volvían sobres sus pasos. Por otra parte, en Fayum, se presentan datos concretos que muestran niveles superiores de las aguas: “La depresión de Fayum se haya al oeste del Nilo, a alguna distancia al sur del delta; contiene un lago extenso, pero, en el quinto milenio a. de C.,  el agua estaba 55 metros más arriba que ahora”. (Hawkes, J., 1966)


Para finalizar con Egipto, si se sigue por la costa, nos encontraremos con Suez, que tiene aún la presencia de “lagos amargos” y marismas  en la zona que no estaba conectada con el mar, lo que es otra prueba material de que allí existió una conexión natural entre ambos mares hasta un periodo relativamente reciente.






5. La inexplicable desertificación del norte africano


La costa africana del Mediterráneo era hace algunos miles de años atrás una zona con niveles de humedad muy distintos a los actuales. “En el Sahara habían tierras altas con lluvias relativamente frecuentes, e incluso el desierto occidental egipcio, notorio por su aridez, disponía de algunas zonas de pastos; y el agua del lago Turkara, en el valle del Riff del Africa oriental, llegaron a tener un nivel de unos 85 metros por encima de los que tiene en la actualidad”. (Iliffe, J, 1998)


La vegetación y la vida animal eran totalmente distintas a la que conocemos hoy. En los montes Tassili, en el Gran Atlas, el arte rupestre nos muestras una fauna con jirafas, ñues, cebras, elefantes, hipopótamos y camellos, e incluso peces. Es esta zona el clima “debió ser más benigno que en la mayor parte de Europa –observa Moritz Hoernes- (...) ello se ha comprobado con hallazgos de animales fósiles propios de climas húmedos y por los rastros de los cauces desecados de los ríos que atravesaban la zona. En toda la región septentrional – Atlas, Libia, Egipto y continuando hacia Palestina- floreció la civilización capsiense, [de Gafsa, antigua Capsa, el sur de Túnez]. En la vertiente meridional de Atlas de desarrolló un curioso arte rupestre en rocas al aire libre de estilo naturalista”. (Grinberg, C., 1985) Este arte rupestre nos muestra  que el desierto del Sahara era muy diferente: “Lo que hoy es un desierto antes estuvo cubierto de vegetación: inmensos lagos, estanques, charcas y pantanos erizados de papiros, alternaban con bosques tropicales y estepas cubiertas de verdor, con hierbas de dos metros de altura. El Sahara se hallaba atravesado por muchos ríos y afluentes de los que quedaron sólo sus cauces, secos en la actualidad”. (Grinberg, C., 1985) Su arte rupestre evidencia la presencia de “abundantes figuras de rinocerontes, ciervos, gacelas, avestruces y jirafas”. (Grinberg, C., 1985)



La vida vegetal era, al igual que la vida animal, de una gran variedad. “Los modernos arqueólogos han estudiado incluso el polen prehistórico de aquellas regiones, de flora mediterránea  entonces, pinos, cipreses, olivos, tilos, abedules y encinas verdes, donde vivían pescadores y cazadores”. (Grinberg, C., 1985)


La explicación clásica a la desecación del desierto del Sahara, de todo el norte de África e Israel, es la siguiente: “La fusión de los hielos del último período glacial fue el comienzo de la vida para Europa; en cambio fue la muerte para la mayor parte del norte de África. Su moradores emigraron y sólo quedaron menguados grupos en el inaccesible Tibesti o en el Hoggar, que llevaron una existencia precaria y perdieron contacto con el resto del mundo habitado hasta que el desierto quedó en permanente y terrible soledad”, (Grinberg, C., 1985) El destacado arqueólogo Gordon Childe, sostiene sobre este tema lo siguiente: “durante el período en el cual se estableció la economía productora de alimentos, ocurrió una crisis climática afectando en forma adversa justamente a esa zona de países subtropicales áridos (...) La fusión de las láminas de hielo en Europa y la contracción sobre ellas o contraciclones, implicó un cambio de dirección hacia el norte, en la trayectoria normal de las depresiones productoras de lluvias del Atlántico.  Las tormentas que humedecían el norte de África y Arabia, se desviaron hacía Europa. En su lugar se inició la desecación.” (Childe, G. 1994)



Las causas de la desertificación


Sin embargo, las nuevas teorías sobre el problema de la crisis climática y la desecación están directamente relacionados con los niveles de humedad disponibles en los diversos ambientes y no guardan relación significativa con las temperaturas. Señalan, asimismo, que justamente al provocarse los deshielos aumentan los niveles de humedad ambiente y a la inversa, cuando aumentan las glaciaciones, aumentan los desiertos, ya sean estos fríos o cálidos, porque los hielos retienen la humedad del ambiente y bajan los niveles de los mares. En los primeros pasos de este descubrimiento, Charles Maclaren, geólogo escocés, planteó el problema  en 1842 a la revista American Journal of Science. En esencia su teoría consistía en que “cada avance y retroceso de los hielos continentales se podían medir en el retroceso y avance de los litorales de todo el mundo”. (Ryan y Pitman, 1999)  Usando esta teoría, señalaba que si “las cumbres de los Alpes Jurásicos se hubiesen cubierto de un espesor de un kilómetro y medio de un inhóspito manto blanco (...) la formación del  hielo habría ‘supuesto una variación de 100 metros en el nivel del mar’” (Ryan y Pitman, 1999).


Esta teoría no se pudo poner demostrar hasta cien años después cuando W. Broecker descubrió, en la década del 50,  “en el Instituto de Estudios Nucleares de la Universidad de Chicago la utilización del carbono –14 para la datación de materiales orgánicos. Ahora se podía datar la antigüedad de las costa, para establecer las fechas de las glaciaciones y de los deshielos”, (Ryan y Pitman, 1999) aunque dentro de las limitación que este componente tiene, que es hasta 50.000 años.


Combinando ambos conocimientos, y con el apoyo directo de Broecker, este fenómeno fue ratificado en 1969 a partir de descubiertos realizados por Jiri Kukla, miembro del Instituto Geológico de las Academia de Ciencias de Checoslovaquia. Kukla había estudiado en Brno, capital de Moravia, una zona de “cuevas ocupadas por los cazadores paleolíticos hace 20.000 a 40.000 años. La sensacional secuencia de casi 50 metros de espesor, de varios ciclos de suelo, en la pared oeste de la cantera de la Colina Roja, suponía una oportunidad extraordinaria para examinar un registro geológico continuo de la era glacial. Cada ciclo climático, desde el más cálido hasta el mas frío, se manifestaba mediante la secuencia de suelos en los que quedaba reflejado el cambio de un bosque húmedo cadicifolio a un tundra árida y helada.”. (Ryan y Pitman, 1999)


La conclusión de este estudio era categórica: “En primer lugar, los hielos, que en repetidas ocasiones habían avanzado hacia el sur desde Escandinavia a través de toda Europa, habían ido indefectiblemente acompañados por la aparición de desiertos enormes pero no permanentes en Rusia y en Ucrania, extendiéndose hasta el sureste de Europa e incluso las orillas del mar Negro. En segundo lugar, el paso del frío al calor había sido abrupto en todos y cada uno de los ciclos, durando quizás sólo uno cuantos siglos (...) Cuando pasaba de cálido a frío, el cambio siempre era gradual (...) La tercera sorpresa fue que el último período frío se había producido hacía tan sólo 10.000 años, mucho después de que la mayoría de los hielos se habían retirado. Sin embargo, este breve retorno de los fríos había sido el período más seco de todos”. (Ryan y Pitman, 1999) Cada uno de estos ciclos era plenamente coincidente con “los esquemas de dientes de sierra en los sedimentos de los fondos marinos profundos y la misma periodicidad”, (Ryan y Pitman, 1999) esquemas basados en análisis realizados en los laboratorios de los barcos de Broecker, trabajo que se venía realizando desde la década del cincuenta.


En síntesis, los desiertos se incrementan cuando aumentan los hielos. “Broecker y sus compañeros acaban de saber que los climas durante las glaciaciones habían sido de una gran aridez, y que los desiertos y las estepas habían cubierto Eurasia al sur de sus extensas regiones cubiertas por los hielos”. (Ryan y Pitman, 1999) En resumen, el aumento de la temperatura no guarda relación significativa con el fenómeno de la desertificación.


Si esto es así, volviendo al tema de la desertificación que se inicia en el norte de África y Palestina –proceso que se manifiesta justamente en el período de disminución de los glaciales- desde el VI milenio, que fue “una época de terrible sequía documentada en el desierto occidental” (Iliffe, J, 1998) y que tuvo “otro intervalo árido entre aproximadamente el año 5500 y el 4500 a.C.”, (Iliffe, J, 1998) nos encontramos ante una paradoja muy extraña: el norte de África se seca cuando disminuyen los glaciales en la zona septentrional, cuando el efecto que se debía provocar debiera ser exactamente el inverso.



La única explicación válida en apariencia hasta ahora es la perdida de los niveles de agua del Mediterráneo. Y esta desecación afectó de forma más relevante a aquellas zonas más retiradas de otros punto con superiores niveles de humedad como el Atlántico o el mismo mar Negro, particularmente Argelia y Libia, ubicados en su centro y bloqueados por los montes Atlas, en beneficio de la zona europea de Mediterráneo, que se mantuvo más cercana a las nueva fuente de humedad. Este fenómeno también explicaría la desecación de las islas de Creta y Chipre.




Nuevos datos científicos sobre los niveles del mar y catástrofes


A partir del año 2000, se han generados nuevos datos científicos que reafirman la idea de que los mares han tenido importantes variaciones. Hoy la ciencia puede probarlo. Un trabajo realizado en Colombia, llamado  “Variaciones Cuaternarias del Nivel del Mar y Sus Implicaciones en las Amenazas Litorales del Caribe Colombiano”, de 1997, concluye que el mar tenía una altura superior en 2 a 3 metros al nivel actual hace solo unos 2400 años A.P.


Otra investigación -“Mensajes del Pasado Escrito en la Arena”, de abril del 2002, realizada por el Lic. Diego Montalti, el Dr. Moshe Inbar, el Prof. Diego Gómez Izquierdo y el Sr. Jorge Lusky, integrantes de la Universidad de Haifa y el Instituto Antártico Argentino, señala que "la altura global del mar alcanzó su actual valor hace 5.000-6.000 años" (Montalti, D., Inbar, M., Gómez, D., Lusky, J., 2002) y “que durante un lapso cercano a 2.000 años (entre 8.400 y 6.400 años antes del presente) ocurrió un considerable descenso del nivel del mar, que se estima en unos 25 m.”, (Montalti, D., Inbar, M., Gómez, D., Lusky, J., 2002) periodo que es plenamente coincidente con las grandes sequías detectadas en la región del norte de África.


Por otra parte, Kurt Lambeck y J. Chappell, indican que en Angerman, en los últimos 9000 años, el nivel del agua bajó 200 metros. Si bien este estudio muestra que hay otros fenómenos asociados, por cuanto las alteraciones de los niveles no son homogéneos, todo nos indica que las variaciones recientes de los niveles de los mares son un hecho evidente.




Por último, las evidencias de una catástrofe natural que acredite o ratifique lo señalado por Ryan y Pitman han aparecido recientemente. Científicos italianos del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología descubrieron ahora que el Etna provocó en tiempos neolíticos un tsunami de hasta 40 metros de altura el cual alcanzó, con una velocidad de 720 kilómetros por hora, las costas de tres continentes en pocas horas. Las simulaciones computarizadas demostraron que en ese entonces un alud de rocas, que hubiera cubierto todo Manhattan con una capa de la altura del Empire State, rodó hacia el valle. El estudio, publicado en la revista Geophysical Research Letters, permite suponer las enormes fuerzas que dormitan en la montaña de 3 mil 300 metros de alto. La vulcanóloga Maria Teresa Pareschi está convencida de que un tsunami como el de hace 8 mil años tendría consecuencias inimaginables hoy día: en sólo 15 minutos estaría inundado todo el sur de Italia y en sólo tres horas y media la marejada alcanzaría Israel, Siria y Líbano. De acuerdo con Pareschi, las olas alcanzaron los 40 metros en las costas de Calabria, mientras que en Grecia y Libia impactaron monstruos de 15 metros. Egipto, Siria e Israel fueron súbitamente inundados por olas de cinco metros, en plena edad de piedra. Hay una villa en la costa de Israel llamada Atlit-Yam, de periodo neolítico, ahora parcialmente sumergida, que fue abandonada súbitamente. “La villa muestra evidencias de una súbita evacuación, incluidos seis mil peces almacenados y salados para su conservación y posterior comercio, que fueron abandonados y nunca recuperados”, explicó la experta, que recorrió las costas mediterráneas en busca de evidencias para su historia. En un comentario parte, el principal experto en vulcanología de Europa, Stefano Tinti, quien vigila el Etna y el Stromboli, afirma que el estudio es “apasionante y creíble”.



“El estudio es, además de una joya de geología y arqueología, una importante advertencia y una lección para los días presentes. Aunque no hay un riesgo inmediato de un colapso en estos tiempos similar a lo descrito por Pareschi, no hay que subestimar los peligros de los volcanes isleños”.



Hay historias similares en la Biblia, América y Mesopotamia. El Diluvio Universal es el nombre para referirse a la historia presente en la Biblia, en el Génesis, que cuenta la historia de Noé y el diluvio mandado por Dios, para castigar a los hombres. También se utiliza la expresión diluvio universal para referirse a la hipótesis o creencia de un gran diluvio que afectó al planeta en la antigüedad.



Muchos autores coinciden en que la versión del diluvio recogida en el Génesis se basaría directamente en los textos del siglo XVIII a.C. de la literatura de Mesopotamia. Es la historia de Uta-na-pistim.





6.  Conclusiones



La primero conclusión, es que todos los datos indican que niveles de los mares sufrieron un descenso  relativamente  importante en los últimos miles de años. 


La segunda conclusión es que esta variación de los niveles de los mares provocó la desertificación de la región del Medio Oriente y del norte de África.



La tercera conclusión es que la desertificación del norte de África, afecto de  manera muy importante la evolución de las culturas de la región.



La cuarta conclusión es que ese descenso de los mares pudo estar rodeado de cataclismos que tal pudieron provocar la destrucción de la primera civilización humana, que tenía su centro le la isla que constituye las regiones de Israel y el Sinai actual.



La quinta conclusión es que la tradicional interpretación del hundimiento de la Atlántida, generada a partir de la frase “que después del hundimiento por un terremoto, se convirtió una barrera infranqueable de fango, que por lo tanto, impidió que los viajeros navegaran a cualquier parte del océano” (Critias, 109), está equivocada.



La sexta conclusión es que la correcta interpretación de la frase consiste en señalar que el mar fue lo que se hundió, evento que generó la desecación del mar Muerto, al cerrarse sus conexiones tanto con el mar Mediterráneo como con el mar Rojo, empantanando la región por un período aún no precisado.



Existen datos geológicos que acreditan el fin de la civilización de la Atlántida en la región que hemos establecido, que coinciden plenamente con las fechas que hemos señalado.




Referencias


1.     
Ryan, W., Pitman, W. (1999). El Diluvio Universal Madrid, Editorial Debate S.A. (pp. 119-143)


2.     
Iliffe, J. (1998) África, Historia de un continente, Barcelona, Cambridge University Press (pp. 25-26)


3.     
Hechos de Israel, (1998) Ahva  Press, Jerusalem, (p. 7).


4.     
Pendlebury, J.S.D. (1965) Arqueología de Creta, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, (p. 54).


5.     
Driotón, E., Vandier, J., (1964), Historia de Egipto, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires (pp. 28-112).



6.     
Hawkes, J., (1966) Historia de la Humanidad, Tomo I, Prehistoria. Buenos Aires, Editorial Sudamérica. (pp. 285).



7.     
Grinberg, C., (1985). Historia Universal, Santiago de Chile, Editorial Ercilla S.A. (pp. 15-52)


8.     
Childe, G. (1994). Los Orígenes de  la civilización.  Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica Chile S.A. (pp. 98).



9.      Martinez, N., Roberson, K. (1997) Variaciones Cuaternarias del Nivel del Mar y sus implicaciones en las amenazas  litorales en el Caribe colombino.


Bogota

, IDEAM. (pp. 3-13)



10. 
Montalti, D., Inbar, M., Gómez, D., Lusky, J. (2002) Mensajes del pasado escritos en la arena. Novedades website de la DIRECCION NACIONAL DEL ANTARTICO INSTITUTO ANTARTICO ARGENTINO. (www.dna.gov.ar)


11. 
Lambeck, K.,Chappell, J. (2001) Sea Level Change Through the Last Glacial Cycle; Revista SCIENCE, Vol. 292. (pp. 679-686)


12. 
Pareschi M.T., Boschi E. and Favalli M., 2006a. Lost tsunami. Geophys. Res. Lett., 33, L22608, doi: 10.1029/2006GL027790.



13. 
Pareschi M.T., Boschi E., Mazzarini F. and Favalli M., 2006b. Large submarine landslides offshore Mt Etna. Geophys. Res. Lett., 33, L13302, doi:10.1029/2006GL026064.


14.  Zohar

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Israel

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J. Archaeol. Sci., 28(10): 1041-1053.



Publicado por: Jaime Manuschevich Leído 6.880 veces.