Del Estado del Bienestar al Thatcherismo

Publicado por: Mari Carmen Barrios Leído 6.851 veces.

Contabilizar con exactitud los fallecidos de un país tras la Segunda Guerra Mundial es una ardua tarea, por no decir que es casi imposible. A pesar de ello, algunos autores se han atrevido a contabilizar las pérdidas humanas que sufrió Reino Unido tras el conflicto. Treinta y tres años después del fin de la guerra, W. van Mourik especifica en su libro “Bilanz des Krieges” que Reino Unido perdió unos 452.000 soldados y 60.000 civiles, lo que suma un total de 512.000 personas muertas a manos de la guerra. Una cifra que nos ayuda a imaginar el desolador contexto en el que quedó el país después de cinco años de lucha.

Una de las consecuencias directas de este devastado paisaje la vivió en sus propias carnes el Primer Ministro de Reino Unido, Wiston Churchill. El primer ministro gozó de un gran beneplácito entre una parte los británicos pues sus logros durante el conflicto que acabó con las Potencias del Eje, fueron innegables. Por el contrario, la guerra también fue el motivo por el que Churchill se ganó el odio de la otra parte de la población británica. Gran Bretaña necesitaba con urgencia una serie de reformas liberales para satisfacer las necesidades de un país que había quedado en la ruina. Pero Churchil no estaba de acuerdo con este tipo de medias. Esto y sus tendencias conservadoras no le fueron de mucha ayuda en las elecciones generales de 1945, el mismo año en el que acabó la guerra. Con casi un 50% de los votos, los resultados de estas elecciones dieron la victoria a Clement Attlee, el representante del Partido Laborista.

La arrolladora victoria electoral de Attlee representó el paso de la destrucción a la reconstrucción del país. La nueva política laborista se basó en tres pilares: la política del pleno trabajo; los Informes Beveridge, el germen del Servicio Sanitario Nacional, y el Estado del Bienestar. Para ello, se nacionalizó todo aquello que pudiera reducir las diferencias sociales y que pudiera ayudar a superar los angustiosos efectos del conflicto bélico. En 1947 se nacionalizaron los muelles y las minas. En 1948 el transporte y la electricidad. En este año también entró en vigor la ley del Servicio Nacional de Salud, propulsada por el ministro Aneurin Bevan. En 1949 el gas pasa a ser público. Y ese mismo año se aprobó el Plan de Vivienda, un proyecto que propulsó la construcción de casas sociales para la gente que volvía de la guerra con ganas de casarse y formar una familia.

Veinte años después, Reino Unido estaba sumido por la recesión más fuerte recesión que afectó al país desde el fin de la II Guerra Mundial, lo que más tarde se conoció como el Winter of Discontent. Lo que provocó que a finales de esta década Reino Unido atravesara un periodo de cambios. En el año 1978 Irlanda decidió unirse al Sistema Monetario Europeo, lo que se convirtió en el desplome de la libra británica. Había casi dos millones de personas desempleadas y los británicos tomaron las calles. En 1979, las secuelas de la recesión concedieron a Margaret Thatcher, representante del partido conservador, el título de Primera Ministra con un 43,9% de los votos de la demografía electoral. La primera mujer en llegar a Dowing Street.
El Thatcherismo coordinó la privatización de empresas públicas con la desregulación financiera con vistas a una prolongación del crecimiento económico. Para ello La Dama de Hierro llegó a privatizar el 20% del sector público. Se deshizo de empresas como Brithis Gas, Brithis Telecom, Brithis Airways y Rolls Roys. También privatizó las minas, la electricidad y el agua. De este modo la primera ministra hizo un embolso nacional de 47 millones de libras, pero al mismo tiempo redujo el PIB del estado de un 10,5% en el año 1979 a 6,5% en el año 1983.

Los reconocimientos de La Dama de Hierro fueron y son algo que no se pueden negar. Llegó al poder de un país en recesión y lo colocó al frente de la economía mundial. Sin embargo, en este caso no se puede aplicar el principio de Maquiavelo, aquello de que “el fin justifica los medios”, ya que si Thatcher logó la recuperación económica nacional fue a costa de negarle una ayuda a los más necesitados, a costa del empeño de joyas nacionales como Rolls Roys, a costa de recortar en derechos fundamentales y a costa de apostar por lo privado. El thatcherismo se convirtió en el antónimo del estado del bienestar, significó un retroceso de lo público en beneficio de lo privado que tuvo grandes efectos en la democracia y en la administración municipal. Dónde los británicos pasaron de ser tratados como ciudadanos a ser tratados como dinero. Y la política, pasó de regirse por principios humanos a regirse por los mecanismos de mercado.




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